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El extraño caso del Ayatola Chávez

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Mientras los medios de todo el mundo informaban que el cineasta Oliver Stone le presentó a los asistentes al Festival de Venecia a Hugo Chávez –su nueva y rutilante estrella--, un hecho realmente relevante ocurría en un pequeño salón, a miles de kilómetros de distancia de los tuxedos y escotados vestidos de aquella fiesta del celuloide.

Brookings Institution, el afamado think tank cercano al Partido Demócrata de Estados Unidos, auspiciaba una serena presentación realizada por un anciano de 90 años, al que todos trataron con respeto y prestaron total atención. Su nombre es Robert M. Morgenthau. Veterano de la II Guerra Mundial, afamado jurista y amigo de personalidades y presidentes estadounidenses, Morgenthau ha ocupado el estratégico cargo de Fiscal del Distrito de Manhattan –capital de las finanzas mundiales- desde 1975. Apenas acaba de anunciar su retiro. Pero no era ese el tema de su disertación. Fue a Brookings Institution a hablar del nuevo ídolo de Oliver Stone: Hugo Chávez. Y lo que dijo estremeció a su selecta audiencia.

Morgenthau develó la existencia de un peligro claro e inminente: la alianza entre fundamentalistas iraníes, grupos terroristas islámicos, las FARC y el gobierno de Hugo Chávez. Una cooperación financiada con narcotráfico para el desarrollo de tecnología nuclear y misiles que estarán al servicio de quienes se opongan al Gran Satán del Norte.

El Fiscal sabe lo que dice. Lleva años investigando las operaciones financieras de Irán. No es un funcionario de Israel. Tampoco un halcón atormentado por pesadillas ideológicas, sino uno de los profesionales de más alto nivel y experiencia en su oficio. La audiencia no estaba constituida por conservadores del Heritage Foundation, sino por liberales del Brookings Institution. Sus opiniones no gozan de la libertad del intelectual o académico. Su cargo judicial le impide asumir la actitud del libre pensador.

No anda preocupado por la simple existencia de fábricas bajo control iraní en un país donde hay una reserva de 50,000 toneladas de uranio. No se inquieta sólo porque la existencia de cooperación militar, minera, nuclear y otras entre los ayatolas iraníes y el gobierno de Hugo Chávez hagan de Venezuela el lugar perfecto para fabricar y almacenar armas de destrucción masiva, lejos de los controles que se ejercen sobre Teherán. Robert M. Morgenthau tiene sus razones para preocuparse, sabe lo que dice y lo expresa de forma serena, sin aspavientos, porque lleva buen tiempo siguiendo los pasos financieros de Iran.

Las conclusiones de su exposición fueron precisas. Según el veterano investigador, el mundo no puede seguir asumiendo ligeramente las afirmaciones de Chávez ni pasando por alto la creciente influencia de Irán en el hemisferio occidental. Advierte que es hora ya de actuar y poner bajo microscopio las transacciones financieras del extraño Ayatola de Caracas.

Creo que en lo que a Hugo Chávez se refiere, seria más saludable seguir las valoraciones de Robert M. Morgenthau, que las del cineasta Stone.



La OEA y el tercer golpe de estado

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Honduras fue escenario de uno de los golpes de estado “a plazos” del pretendido socialismo del siglo XXI. Al igual que ya habían hecho exitosamente en otros países, los impulsores de la revolución bolivariana pusieron en marcha un plan de influencia sobre personas y sectores hondureños. Estaba dirigido a crear las bases de apoyo social para proceder a un cambio de la naturaleza y estructura del Estado.

Pero para sorpresa de Zelaya y sus amigos, los restantes poderes constitucionales en Honduras no estaban dispuestos a ver en su país lo ya sucedido en otras latitudes. Dispusieron el arresto del presidente por su insistencia en violar leyes, trasgredir funciones y tomar una base aérea para rescatar las urnas y boletas que Chávez le había enviado para organizar un plebiscito cuestionando la Constitución.

Sucede que los militares encargados de cumplir la orden de arresto legalmente radicada, tomaron la iniciativa ilegal de depositarlo en payamas en San José de Costa Rica. El resto de los acontecimientos –a excepción de esa inopinada acción del comando que permitió la fuga de aquel a quien tenían que arrestar- trascurrió según el orden constitucional vigente. Se sustituyó al presidente según lo normado por la Constitución y ningún civil fue desplazado de su cargo por un militar. No se realizaron arrestos masivos, nadie desapareció, fue torturado y lanzado desde un helicóptero, ni aparecieron cadáveres flotando en los ríos. Pero la estética aportada por el comando que arrestó y expulsó a Zelaya –militares encapuchados que deportan de madrugada al presidente electo- removió la terrible memoria regional de anteriores interrupciones de la democracia.

Así las cosas, los golpistas del siglo XXI acusaron al resto de los poderes constitucionales en Honduras de actuar como golpistas del pasado siglo. Detrás salieron intelectuales y gobiernos “políticamente correctos” a sumarse al coro condenatorio pese a la escasa información y conocimiento que tenían sobre los antecedentes y el contexto en que ocurrieron los hechos.La crisis constitucional provocada por la vioacion presidencial de la Carta Magna fue declarada un "golpe de estado" pese a que ese documento autoriza remover al presidente si intenta modificar lo referido a la imposibilidad de reelecciones (Art. 239)..

Ante esos hechos, la OEA debió haber demandado que se enjuiciara a los militares que desbordaron el mandato judicial que habían recibido al deportar –en vez de arrestar- a Zelaya. Tenía que haber apoyado a los restantes poderes constitucionales y fiscalizado el que los militares no hubiesen desplazado a los civiles o manejado a su antojo la situación interna. Debió haber realizado una inspección sobre el terreno y hecho un análisis crítico de lo sucedido formulando su recomendación –no ultimátum- a los poderes públicos y la sociedad civil del país. Pero la organización interamericana pretendió lo inadmisible: imponer -a quienes ya ejercían poderes electos y constitucionales en el país mucho antes de la salida de Zelaya - la caprichosa formula de su retorno decretando que era la única “admisible” en el caso de Honduras.

La OEA –que por varios años no ha sabido actuar ante el golpismo bolivariano- no sólo no ha rectificado el craso error cometido en Honduras, sino que ahora se encamina a desconocer de antemano el resultado de unas elecciones nacionales que todavía no se han realizado. Proceso abierto a observadores independientes de otros países, y cuya preparación –incluida la elección de los candidatos- se había iniciado 14 meses antes de ser expulsado Zelaya de Honduras con presencia in situ de la Organizacion de Estados Americanos..

La OEA –una institución necesaria, pero de cuestionable eficacia- viene actuando de forma contradictoria. Pretendiendo combatir el golpismo en Honduras ha aceptado en ese caso el pretendido axioma de los golpistas del siglo XXI: que el único político demócrata en Tegucigalpa es Mel Zelaya y solo su presidencia puede garantizar la continuidad de la democracia en ese país. La OEA por un lado abrió la posibilidad de poner fin al aislamiento del gobierno cubano y semanas después decretó el aislamiento del Estado de Honduras. O sea, de su gobierno y sociedad civil en pleno.

El grupo del ALBA ahora impulsa dentro de la OEA sanciones económicas al pueblo de Honduras. Los que derraman lagrimas en todo foro internacional por el llamado “bloqueo” a Cuba por parte del país que hoy es su quinto socio comercial (Estados Unidos) demandan – paralelamente y ¡en nombre de la democracia!- imponer un completo bloqueo internacional a la nación más pobre de Centroamérica. Y nada menos que Fidel Castro y Hugo Chávez exigen al presidente de Estados Unidos que se sume a ese bloqueo como evidencia de su vocación democrática en la región. Cosas veredes….

Así –por motivaciones diversas- se intenta orquestar un tercer golpe de estado en Honduras -si es que que la derrocamiento constitucionl de Zelaya clasifica como tal- del que la OEA terminará siendo cómplice si no recapacita. Se presiona al pueblo para que deje de apoyar a los actuales gobernantes y termine abrazando al repudiado Zelaya como única solución a su desgracia. El chantaje combina una arbitraria ingeniería política internacional (“te hambreo hasta que repongas a Mel) con la violencia teledirigida por Caracas y La Habana (”te desangro hasta que repongas a mi aliado”). Seguramente no tendrán éxito, pero no por ello deja de ser una vergüenza.

Pero se impone otear más lejos. La salida definitiva al futuro que necesitan los hondureños pasa por procesos de empoderamiento ciudadano, protección de libertades e impulso a la equidad de oportunidades económicas y sociales. Si ellos no han sido plenamente garantizados hasta el presente por las clases hegemónicas en ese país tampoco lo iban a ser por una nueva oligarquía totalitaria similar a la que rige Cuba hace medio siglo.

La clave del porvenir sigue estando en expandir la democracia, no en sepultarla.



La "Revolución Bolivariana”

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Existe un proyecto de transición regional hacia regímenes totalitarios que tiene su cerebro en La Habana, su banco en Caracas y ha venido instalando sucursales en Managua, Quito y La Paz. Pretendía abrir otra en Honduras, pero se la cerraron. Se presentó originalmente como redentor de grandes mayorías frente a las injusticias vigentes. Al igual que sus predecesores totalitarios del siglo XX, aprovechó el descrédito en que habían incurrido las clases hegemónicas y los partidos políticos de sus respectivas sociedades.

A la “tormenta perfecta” bolivariana contribuyeron décadas de exclusión social e insensibilidad política que descreditaron la capacidad representativa de la democracia realmente existente. Los totalitarios fraguaron una transición regional –gradual pero sistemática- con la que desmantelar las bases legales e institucionales de la democracia alegando su pretendido "perfeccionamiento".

Los gobiernos latinoamericanos de izquierda moderada no tomaron distancia de sus parientes radicales por dos razones: provenían de la misma familia política y su existencia les aportaba algunas ventajas. Los gobiernos conservadores veían todo aquello con cierto desdén. Como antes sucedió con otros regímenes totalitarios, la retórica apocalíptica del grupo radical parecía impracticable. Cosa de bufones. Estados Unidos, por su parte, estaba demasiado ocupado con otros temas y regiones.

Pero todo eso comienza a cambiar. Los bufones demostraron ser peligrosos: las oscuras relaciones con Irán y las FARC, los coqueteos geopolíticos con Rusia, la progresiva subversión regional de los pilares de la democracia. La contraofensiva comenzó con el ataque al campamento de las FARC en Ecuador, los golpes militares del gobierno colombiano a esa fuerza irregular y la captura de evidencias irrebatibles de sus nexos con varios gobiernos del ALBA. Luego vino la caída del precio del crudo que impuso límites al financiamiento del proyecto expansionista del eje La Habana - Caracas. El contragolpe de estado en Tegucigalpa vino a representar una sensible derrota de sus aspiraciones en Centroamérica.

En resumen: el proyecto de transición regional “bolivariano” se desenmascara, comienza a perder fuerza. Son buenas noticias. América Latina está necesitada de una genuina transición hacia otra historia – no el retorno a las vividas en siglo XX- en este cambio de época planetario.

Sin embargo, el único reto no es el de vencer a los totalitarios de izquierda sino también a los autoritarios de derechas. No solo a los creyentes en el Estado absoluto, sino también en el Mercado absoluto. Lo que se necesita no es que el viejo proyecto de la derecha venza al no menos vetusto de la izquierda, sino trascender ambos.

Es necesario como nunca antes fortalecer los pilares centrales de la democracia: rotación obligada de los gobernantes, pluralismo ideológico y electoral, autonomía y participación activa de la sociedad civil, Estado de Derecho, garantías a las libertades y derechos ciudadanos. El caudillismo, populista y reeleccionista, es tan perjudicial por la derecha como lo es por la izquierda.

Igualmente importante es arrancar las raíces que nutren la popularidad del proyecto totalitario: la realidad de que nuestra región exhibe el índice de desigualdad de ingresos mayor del planeta y la tendencia a achacar todos nuestros males a otros sin nunca reconocer y rectificar los errores propios. Nadie nos impone desde fuera la incompetencia, corrupción y mediocridad. El “imperialismo yanqui” no es quien “bloquea” el porvenir regional. Dejemos esas piruetas verbales a Fidel Castro.

No se trata solamente de cerrar el paso al socialismo de estado que ahora pretende retornar travestido como “socialismo del siglo XXI”, sino de trascender simultáneamente el fallido capitalismo latinoamericano que le abrió espacio aun después de desaparecida la URSS. En dos palabras: requerimos un nuevo pensamiento para una nueva época.

Los países latinoamericanos necesitan transformarse en sociedades de la información. Modernas, abiertas y democráticas. Con economías sustentables y equidad de oportunidades sociales. El nombre es lo de menos. Lo importante es que el gato cace ratones.

Si de revoluciones se trata la democracia ha demostrado ser la única revolución permanente desde la antigua Grecia y Roma. Es esa revolución y no otra la que debe capturar nuestra imaginación latinoamericana.



La paz, el conflicto y Juanes

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El derecho a expresar una opinión es sagrado y la pasión al defenderla no es una debilidad. Sin embargo, para que las pasiones sean útiles hay que impedir que interfieran la razón. Afortunadamente la inmensa mayoría del exilio cubano ya lo entiende de ese modo y Juanes lo sabe. El distinguido compositor y cantante ha comprendido el dolor que anida detrás de las interrogantes levantadas en torno a su concierto. Eso habla de su sensibilidad e inteligencia.

Mientras tanto -no exentos de temor ante la eventualidad de que en algún momento del evento pierdan el control sobre los famosos visitantes o el público - las autoridades de la isla intentan posicionarse de otro modo frente a la iniciativa del artista. Han decidido que si el concierto se suspendiera el hecho será presentado como expresión de un exilio “cuya intransigencia lo opone a otorgar unas horas de esparcimiento a sus paisanos”. Si se realiza, lo anotarán como “una victoria de la flexibilidad de la revolución pese a la intolerancia de la Mafia de Miami”.

Pero el problema no ha sido ni es Miami. Más allá de aisladas acciones marginales realizadas por grupos no representativos, la comunidad cubano americana no ha cuestionado el derecho que asiste al artista de ir y cantar en Cuba. El problema que preocupa a todos es que el concierto se realiza en un inevitable contexto político. Negarlo es pueril. Por muchas medidas que Juanes adopte para evitarlo, todo lo que se hace en un estado totalitario esta signado por la política. Haga lo que haga, Juanes no podrá sustraerse a esa realidad. Podría serle de utilidad al respecto meditar sobre lo que en una ocasión expresara Gorki, el cantante de “Porno para Ricardo”, cuando dijo “a mí no me gusta la política, pero parece que yo le gusto a ella”. La política – con sus múltiples y sutiles trampas- perseguirá a Juanes desde que aterrice en Cuba y hasta el momento de su partida. Debe asumirlo.

Sin embargo, eso no disminuye el valor humano de la iniciativa del colombiano. Llevar gratuitamente su arte a un pueblo agobiado por una asfixiante cotidianidad es un gesto loable que merita ser reconocido y agradecido por todos.

Juanes, desplegando audacia y generosidad, desea cantarle a “la paz” desde la isla. Pero algunos han criticado esa idea afirmando que -no habiendo hoy una guerra en Cuba- sería preferible que elevara un canto a “la libertad”. En mi opinión, no son temas excluyentes. La ausencia de acciones bélicas no equivale a que la paz se haya hecho presente. Tampoco el que no existan acciones armadas supone la inexistencia de violencia. La represión de las libertades públicas en Cuba es, de hecho, una expresión de violencia. Cantar a la paz presupone en este caso cantar a la libertad y viceversa.

Si Juanes padece de alguna confusión – no lo sé, no me consta- es probable que sea otra, muy difundida entre diversos sectores: la incomprensión sobre la naturaleza endógena del conflicto cubano. Muchos creen que se trata de un enfrentamiento bilateral entre Cuba y Estados Unidos.

Sin embargo, la realidad es que el núcleo duro del conflicto se expresa entre la población de la isla y un régimen totalitario que, al negarle derechos y libertades básicas, resulta incapaz de satisfacer sus necesidades materiales y espirituales. Si bien es cierto que hoy no existe una “guerra” en el territorio nacional –aunque la hubo y cruenta por varios años- el conflicto y sus causas persisten. La paz no ha triunfado, la violencia no ha desaparecido y el conflicto continúa.

La solución del conflicto cubano no radica en trascender una disputa bilateral, religiosa o territorial, sino en recuperar derechos y libertades ciudadanas negadas por el régimen allí imperante. Es en Cuba donde radica el problema y están sus actores principales: el Estado totalitario y el pueblo cubano, del que su diáspora es parte inseparable.

No creo que Juanes padezca de ideas malsanas sino, en todo caso, de lagunas informativas y algunos presupuestos errados. En realidad –reitero- no lo sé, no me consta. Pero prejuzgarlo culpable de complicidad con los represores y empujarlo -entre suspicacias, amenazas e insultos- hacia las filas de quienes en La Habana desearían sumarlo a sus torcidas estrategias, es una postura impresentable.

Por mi parte confío que la integridad del joven artista se imponga a las manipulaciones de la gerontocracia cubana y que su canto dé respiro y aliento a todos aquellos a quienes la vida cotidiana en la isla ofrece pocos.

¡Suerte Juanes! !Te deseo un Woodstock cubano!



Fidel y Chávez: reveses estratégicos

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A Fidel y Hugo Chávez se les nota un poco nerviosillos de un tiempo acá. Es comprensible.

El precio del crudo no va recuperar los niveles que permitían a la empresa petrolera venezolana ser rentable pese a su alta ineficiencia “roja rojita”. En Cuba sucede lo mismo con el níquel mientras que la ineptitud de la economía estatal impide que el incremento de las visitas turísticas genere mayores ingresos. Tampoco la isla produce alimentos suficientes por lo que en un 80% se compran a Estados Unidos. El malestar social crece tanto en Cuba como en Venezuela donde hoy el presidente Obama es mas popular que ambos mandatarios.

Los partidos de gobierno en países como Argentina, Brasil, Chile -que hasta ahora han mostrado una exquisita tolerancia hacia sus desaguisados - en pocos meses enfrentarán elecciones presidenciales con una oposición conservadora que parece aventajarlos en los sondeos de opinión.

Pero no para ahí la racha de mala suerte.

Han aparecido nuevas evidencias del vínculo entre las FARC y el gobierno de Correa en Quito así como de esa agrupación narcoterrorista y el gobierno de Chávez. Un video del Mono Jojoy y unos cohetes vendidos a Caracas por los suecos, - ahora capturados a las FARC- , ponen sobre la mesa la conexión operativa encubierta entre el fenecido socialismo del siglo XX y el que estos dos dictadores nos proponen para el siglo XXI. En Honduras, más allá de la torpeza cometida con la expulsión de Zelaya a Costa Rica, perdieron una importante base de operaciones y se ha sentado el precedente de que las subversión bolivariana es reversible. Las evidencias del modus operandis chavista que allí se vienen recogiendo pueden ser tan reveladoras como las encontradas en la famosa laptop del difunto comandante de las FARC Raúl Reyes

En resumen: la proyección estratégica regional del eje La Habana - Caracas se ha visto comprometida a corto y mediano plazo.

La “correlación de fuerzas regional” ha comenzado a girar en dirección contraria a sus objetivos. Es por eso que, en su desespero, acuden a un mayor aventurerismo incrementando las acciones encubiertas dirigidas a desestabilizar Honduras y lanzándose a fondo en el cuestionamiento del derecho soberano que asiste a Bogotá a seguir sus pasos cuando el pasado año ofrecieron a Rusia facilidades logísticas en Cuba y Venezuela para reanudar la presencia militar de Moscú en el hemisferio occidental. Mientras UNASUR se aprestaba a discutir en Quito el derecho de Colombia para otorgar facilidades a fuerzas estadounidenses convencionales carenaba en la Bahía de La Habana un submarino nuclear ruso la semana pasada. De eso nadie quiso hablar.

Algunos gobiernos de la llamada “izquierda moderada” en UNASUR le hacen el juego al ALBA con declaraciones ambiguas de tenue sabor “antiyanqui”, pero eso no le basta a Hugo y Fidel que salieron defraudados ante la imposibilidad de obtener una enérgica condena de Colombia en la reciente reunión de esa institución en Quito.

El hecho es que el reloj sigue marcando las horas y el tiempo se les acaba.

Si Honduras hace gestos positivos hacia las propuestas de Oscar Arias y esquiva o neutraliza hasta las elecciones de noviembre -con firmeza, pero también sabiduría y tacto políticos- las zancadillas desestabilizadoras que le vienen tendiendo los dos caudillos, será difícil que la OEA no se vea precisada a revisar su postura en el 2010 y los europeos seguirán los pasos que adopte la organización regional en este tema.

Por otro lado, a los países que vienen soportando las ingerencias de los pretendidos “socialistas del siglo XXI” se les presenta la oportunidad de virarle la tortilla al ALBA en el debate sobre las bases en Colombia previsto para la “cita presidencial extraordinaria” de UNASUR a darse dentro de unos días en Argentina. No es difícil imaginar que -de proponérselo seriamente- pudieran transformar el debate sobre las relaciones militares entre Bogotá y Washington en una discusión general sobre el otorgamiento de facilidades a la presencia militar de gobiernos y de grupos irregulares armados extranjeros, como son los casos de Rusia, las FARC y Sendero Luminoso. Si lo hacen es muy probable que Chávez, Correa, Morales y Fidel, se vean en un aprieto. Hasta Daniel Ortega tendría que responder por el amparo territorial ofrecido a grupos de pretendidos zelayistas hondureños y de otras nacionalidades que proclaman abiertamente estarse entrenando para iniciar la insurrección en Honduras.

En esas circunstancias, al cúmulo de recientes reveses estratégicos sufrido por el ALBA es posible que se agregase un serio descalabro diplomático si algunos gobiernos que han sido sus victimas se lo proponen.



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La sociedad cubana ante el cambio

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Autor: Juan Antonio Blanco

Juan Antonio Blanco

Juan Antonio Blanco Gil. (Cuba) Doctor en Historia de las Relaciones Internacionales, profesor universitario de Filosofía, diplomático y ensayista. Reside en Canadá.
Contacto: jablanco96@gmail.com

 

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